La Tristeza

La mayoría de personas huyen de la tristeza y buscan la felicidad.

El mundo moderno asume que el éxito en diferentes ámbitos depende de estado de ánimo positivo con el fin de la productividad.

Las personas tristes, negativas o melancólicas suelen tacharse de débiles y carentes de éxito social ni laboral.

La depresión es la principal razón de las ausencias al trabajo.

La publicidad, los medios de comunicación y la misma sociedad hace ver la infelicidad como inadecuación.

El sentimiento de inadecuación y de ser insuficiente es utilizado por las empresas para la venta de productos que se ajusten a satisfacer la necesidad de adecuación y suficiencia.

La misma búsqueda de la felicidad es uno de los principales factores que contribuyen a la infelicidad de la sociedad.

Las estadísticas muestran que la felicidad no ha aumentado en las últimas décadas, pese a todo el progreso.

Se sabe que evitar la tristeza y huir del dolor no conduce a la felicidad duradera.

La versión de la felicidad que promueve nuestra cultura es una felicidad mayormente hedonista que proviene de satisfacer deseos materiales.

Filósofos como Alan Wallace plantean la eduaimonía, un estado de significado de la psique que no depende de estímulos o posesiones, sino de abarcar la variedad de la existencia donde se abrazan así mismo la tristeza y la muerte, al contener profundas enseñanzas.

La tristeza o los estados de ánimo negativos, cuando no son crónicos, tienen funciones adaptativas que nos permiten aprender y resolver situaciones difíciles, según estudio.

La tristeza favorece la sensibilidad estética y moral.

El transcurso de la vida es un conjunto de días junto con el mismo número de noches.

En algunos estudios basados en estados de ánimo de tristeza moderada se notó que las personas tristes exhibieron mejor comunicación, memoria y capacidad de hacer juicios.

El alma se desarrolla echando raíces y viajando al inframundo, no creciendo hacia el Sol solamente o volando ligero como una mariposa. El alma es flor y mariposa, pero también pantano y cueva.

 James Hillman, psicólogo.

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